SEMIFRÍO DE CEREZAS CON GALLETITAS CARAMELIZADAS Y MIEL DE AZAHAR  

¡Hola amores! Estamos en puertas del verano oficialmente pero qué calor hace desde finales de mayo al menos por Córdoba. Solo apetecen platos fríos y a ser posible, fáciles de hacer, de los que complican poco en la cocina. Nosotros somos de comer muchas ensaladas y mucha fruta en verano que la de esta época del año es mi favorita, sobre todo las cerezas. 

Quizás no sepáis que la cereza es un alimento que se conoce desde la Prehistoria. Se cree que el origen del cerezo está en Asia Menor y que pudo llegar a Europa a través de pájaros migratorios. La mayor parte de las especies de cerezo que se cultivan en la actualidad tienen su origen en una planta silvestre, Prunus avium, un frutal conocido y apreciado en la cuenca mediterránea desde la Edad Antigua y que, tantos griegos como romanos, se encargaron de difundir y extender. En particular, los romanos conocían bien las técnicas de injerto y fueron capaces de crear nuevas variedades de cereza, con nuevos sabores, además de extender la fruta por todo el Imperio.


Sin embargo, las primeras evidencias sobre el consumo de cerezas son muy anteriores. Según los restos hallados en yacimientos, se sabe que alrededor del 6.000 a.C., las cerezas se majaban para obtener un líquido que se fermentaba hasta convertirlo en alcohol. Más tarde, en el 371, Teofrasto, autor de "Historia de las plantas", nos deja nuevas referencias al cultivo del cerezo, al mencionar las técnicas y principios básicos del tratamiento del frutal.


Por su parte, Plinio el Viejo atribuye al cónsul romano Licinio Lúculo la introducción del cerezo en la península itálica y en Europa, tras ganar una batalla a Mitrídates VI y conquistar el reino de Ponto. Según cuenta, en la ciudad de Cerasonte se cultivaban muchos cerezos y el nombre del fruto procedería precisamente del nombre de esta ciudad. Otras fuentes, en cambio, aseguran que el cultivo del cerezo ya estaba implantado en la península itálica, al menos tres siglos antes de que tuvieran lugar las batallas en las que tomó protagonismo el cónsul Lúculo. Sin embargo, sí le atribuyen la introducción de una variedad de cereza más grande y dulce que las que se conocían por aquel entonces. En cualquier caso, la cereza es desde la Edad Antigua una fruta consumida, apreciada y conocida en prácticamente todo el mundo.
Una de la variedad de cereza que se cultiva exclusivamente en España es la picota del Valle del Jerte. Solo se producen en esta zona, en la que el cultivo del cerezo comenzó a generalizarse a partir del siglo XVIII. Fue una plaga de castaño, la que provocó la consolidación del cerezo.


En 1352, una comitiva de emisarios del rey de Navarra que se dirigía a Sevilla se detuvo una noche en Cabezuela del Valle y sus miembros degustaron productos tradicionales de la zona, entre ellos truchas y cerezas, lo que indica que ya por entonces era un alimento que destacaba y se ofrecía a los invitados más ilustres. Lo que si es cierto es que este cultivo ha perdurado a lo largo de los siglos gracias al esfuerzo sostenido durante años de los agricultores locales que convirtieron las tierras incultas y las laderas de la comarca en una zona de cultivo organizada a través de sucesivos abancalamientos.


Relacionados con los cerezos hay infinidad de leyendas, una de ellas es sobre el color blanco de los cerezos del Jerte. La mitología popular dice que un zar ruso buscó un lugar de reposo en la Península y encontró el sitio ideal en el valle. Pese a que el entorno era ideal para el descanso, su esposa sentía nostalgia de su tierra y estaba continuamente triste. El zar decidió cultivar un cerezal con flores blancas, de manera que tiñera de blanco los campos como la nieve hacía en su país. De este modo, cada primavera, la zarina al ver el campo "nevado" del jerte se sentía como en casa.


Otro color característico de los cerezos en flor es el tono rosáceo de sus flores de otra especie diferente a los cerezos del Jerte. Su explicación la tiene la leyenda de Sakura. Sakura era el nombre de una joven unida con un noble japonés por un matrimonio concertado. Al comenzar la guerra, su esposo es reclutado y parte a la batalla tras regalarle un cerezo. Después de un tiempo, la joven pierde la esperanza de volver a verle y se enamora del joven jardinero que cuida el cerezo. Desafortunadamente, su felicidad será efímera. A su regreso de la guerra, el soldado descubre la traición de Sakura y acaba con su vida y la del jardinero al pie del cerezo. El esposo, dolido, manda cortar el árbol, pero cuando se disponen a hacerlo, observa que las flores blancas han cambiado a un tono rosáceo debido a la sangre de los amantes, derramada al pie del árbol. Emocionado por su belleza, el noble decide evitar la tala del árbol para poder admirar su hermosura.

Qué de historias, ¿verdad? El mundo de la gastronomía es apasionante con tantas curiosidades sobre platos y alimentos que la mayoría desconocemos. Pues bien, una vez contadas las historias en torno a las cerezas os cuento como hacer este semifrío que va acompañado de unas galletitas caramelizadas perfectas para tomar con este postre. Si además os digo que es muy fácil de hacer y gusta a todos, estoy segura de que os decidiréis a probarlo. Os dejo la receta...


Para el semifrío de cerezas

100 gr cerezas
100 gr queso quark
2 huevos
50 gr azúcar glass
Miel de azahar

Para las galletas caramelizadas

1 lámina de hojaldre
azúcar glass

1. Montamos las claras con el azúcar glass hasta formar un merengue. 

2. Deshuesamos las cerezas y las trituramos. Colamos para dejar atrás los restos de pieles. 

3. Mezclamos la pulpa limpia de las cerezas con el queso. Le incorporamos las claras montadas. Unimos con movimientos envolventes ayudados con una espátula. 

4. Forramos 4 moldes con forma de esfera con film transparente. Rellenamos con el puré de cerezas y congelamos 24 horas.

5. Para las galletas estiramos el hojaldre con el rodillo para dejarlo lo más fino posible. Espolvoreamos con azúcar glass. Lo enrollamos y cortamos discos delgados. Estiramos y volvemos a espolvorear con azúcar de nuevo. 

6. Refrigeramos 1 hora y horneamos a 220º hasta que estén doradas.

7. Desmoldamos el semi frío 10 minutos antes de servir a la mesa. Regamos con un hilo de miel de azahar y adornamos con una cereza entera y si queréis, una hojita de menta o hierbabuena. Acompañamos el plato con las galletitas caramelizadas. 

 


 

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